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Cómo se forma nuestra microbiota

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Nuestra piel, pulmones, riñones, mucosas y sistema digestivo, entre otros, están habitados por microorganismos. En su mayoría se trata de bacterias, aunque también se encuentran otros organismos unicelulares, hongos (sobre todo levaduras), arqueas y virus.  Su conjunto se denomina microbiota.

En este, y en otros posts, repasaremos algunos aspectos acerca de la microbiota, lo que nos permitirá entender cuánto de importantes son para nuestra salud física y mental y como nos ayuda con el asesoramiento de una dietista online.

En este primer post hablaremos que cómo se forma el tipo de microbiota que tenemos en nuestro organismo, pero te aconsejo que lo complementes con la lectura de los posts dedicados a:

¿Cómo se origina nuestro perfil personal?

Hasta hace unos años se creía que el feto se desarrollaba en un ambiente aséptico. Ahora se ha visto que no es así y que, durante el embarazo, hay una pequeña traslocación de la madre hacia el bebé.

Se ha visto, por ejemplo, que una periodontitis de la madre durante el embarazo influye en el feto de dos (y quizás tres) formas. Por un lado, en la inflamación de la periodontitis se generan moléculas de señalización y activación inflamatorias (como las citoquinas), que llegan al bebé a través de la placenta e inflaman al feto, mientras que, al mismo tiempo, algunas bacterias de la infección, pueden desplazarse hasta el mismo bebé invadiéndolo indebidamente. Podría haber una tercera forma y esta sería si la periodontitis (u otro tipo de infección) proliferase en los días del parto, como veremos más adelante.

De hecho, el parto es donde se da el verdadero pistoletazo de salida de la colonización bacteriana.

El parto

Cuando la madre va a dar a luz, las bacterias lo saben. Todo el organismo lo sabe, aunque la madre todavía no sea consciente de ello. En esos momentos, las bacterias del colon descienden hasta el recto, salen por el ano y se dirigen hacia la entrada de la vagina, a la espera de que llegué el bebé. No pueden subir hacia el útero, pues la microbiota vaginal se lo impediría, además ese ambiente es demasiado ácido para la microbiota colónica acostumbrada a un ambiente bastante más básico.

En el momento en que el neonato pasa por el canal del parto, ellas se mezclan con los fluidos presenten y entran por la boca del bebé y descienden hasta su intestino, empezando la colonización. De esta manera tan natural heredamos el tipo de microbiota que tenía nuestra madre en el momento en que dio a luz. Por ello, haciendo referencia al ejemplo de la periodontitis, una infección en el momento del parto aumenta la probabilidad de que las bacterias patógenas invadan al recién nacido.

Los niños nacidos por cesárea, en cambio, presentan una primera colonización más pobre. En su intestino se encontrarán aquellas bacterias presentes en el ambiente de la sala de parto o en las manos de los sanitarios capaces de sobrevivir en un ambiente sin oxígeno como es el intestino.

En el intestino de la madre viven bacterias anaerobias o aerobias facultativas que, sin ningún problema, se instalarán en el bebé como microbiota residente, mientras que en el niño nacido por cesárea se instalarán aquellas bacterias aerobias que logren sobrevivir en el ambiente intestinal. Se trata, como es deducible, de especies de bacterias completamente diferentes. En otras palabras, no tiene nada que ver.

La lactancia

La colonización sigue a través de la lactancia. Los bebés que reciben lactancia materna, son colonizados por las bacterias de la leche materna (Lactobacillus y Bifidobacterium) y, en particular, lo estarán por la Bifidobacterium longum, subespecie infantis.

Esta bacteria está especialmente preparada para actuar en ese intestino inmaduro. Su presencia fortalece la barrera intestinal y, sin quererlo, libera moléculas antiinflamatorias y ácido siálico, el cual pasa la barrera intestinal del bebé y acaba en las membranas de las células del sistema nervioso central, colaborando en su maduración.

Pero ¿qué necesita Bifidobacterium longum, subespecie infantis, para proliferar? Necesita los oligosacáridos de la leche humana (HMO). Sin HMO no hay Bifidobacterium longum, subespecie infantis, así de sencillo.

Quizás pensemos que la especie humana está más allá del planeta, que pueda utilizarlo y destruirlo a su antojo, pero la verdad es que somos uno más en el ecosistema de la vida. La vida fluye a través de nuestros cuerpos.

Así mismo se han descubierto bacterias en los canales galactóforos, que son aquellos por donde se vierte la leche.

Sin querer entrar a hablar de las ventajas de la lactancia materna, solo diré que la leche materna contiene lactoferrina, una sustancia con función antibiótica que controla la proliferación bacteriana en el organismo del bebé, ya que este todavía tiene un sistema inmunitario no desarrollado por lo que no podría defenderse de una infección. Digamos que donde el bebé no puede defenderse, la leche de mamá lo hará por él. Al mismo tiempo contiene B-Galactooligosacáridos, un tipo de sustancia prebiótica que alimenta las bacterias beneficiosas.

Aquellos bebés que reciben leche de fórmula son colonizados por unas bacterias más variadas. Tampoco recibirán otros compuestos beneficiosos de la leche materna. Otra diferencia más que influirá, sin duda alguna, en la salud futura del recién nacido.

El destete

A partir del destete (alrededor de los 6-7 meses de edad) la colonización se da a través de los diferentes tipos de alimentos.

Se estima que a los tres años se ha definido el tipo de perfil de microbiota que acompañará al individuo el resto de su vida. Este perfil será como una especie de DNI: aunque haya varios factores (dieta, peso, estado de salud, higiene, etc.) que influyen, modifican y modulan la composición de la microbiota, esta tenderá siempre a ser como la que teníamos a esa edad. Es como un punto de retorno.

En esta etapa, hasta los 36 meses, es especialmente importante que el bebé reciba alimentos crudos y frescos para que su microbiota siga enriqueciéndose. Los alimentos esterilizados, como son todos aquellos que no necesitan refrigeración, son estériles desde un punto de vista microbiano. Con ellos podemos ingerir grasas, proteínas, hidratos, minerales y hasta alguna vitamina termorresistente, pero no encontraremos ningún organismo vivo. Y esto vale también para los potitos.

Si los alimentos probióticos son aquellos que contienen bacterias de interés para nuestra salud, los alimentos esterilizados serían abióticos, es decir sin ninguna forma de vida.

Como hemos dicho, para enriquecer el intestino del bebé debemos:

  • ofrecerle alimentos crudos o frescos refrigerados, pues en ellos encontraremos las bacterias necesarias para acabar la colonización.
  • cocinar los alimentos con técnicas de cocinado suaves: no es lo mismo un guiso en el que el alimento alcanza los 100ºC a una cocción al horno donde sobrepasa los 150-170ºC con facilidad. En los primeros podemos encontrar alguna bacteria, pero en los segundos esto será más difícil. Si le queremos ofrecer alimentos abióticos (como son muchos potitos) debemos prestar atención en combinarlos con frutas o verduras crudas.
  • variar el tipo de alimentos. Ello nos ayudará a diversificar las especies.

La variedad bacteriana

Otros aspectos que aumentan la variedad están relacionados con el ambiente. Se ha visto que los niños que tienen hermanos, viven en el campo o en contacto con animales, presentan una microbiota más variada.

Cada individuo adulto tiene una media de 1.000 especies en su intestino que pesan alrededor de 1,5 Kg (aunque la referencia a los pesos varía según las fuentes en la que lo consultas).

Tenemos bacterias en varias zonas de nuestro cuerpo y en cada una de ellas habrá un ecosistema diferente con unas bacterias dominantes. Estos ecosistemas están relacionados entre ellos a través del sistema común de mucosas, citoquínas, moléculas de señalización, etc.

En este dibujo se puede ver cómo se distribuyen las especies en los diferentes ambientes. Notar que no es lo mismo un ambiente aeróbico (como la piel) que uno anaeróbico o con muy poco oxígeno (como el intestino). También influye notablemente el tipo de pH presente en ese ambiente, así como la dieta, el estilo de vida, los tóxicos, etc.

Pero dentro de todos ellos, el más complejo es el intestinal.

Tenemos bacterias en todo el sistema digestivo, pero es en el colon donde mayor concentración bacteriana hay: este ambiente constituye un ecosistema maduro estable: a mayor variedad de microbiota, mayor fuerza y estabilidad.

El paralelismo adecuado es el del bosque. Un bosque en el que haya variedad de seres vivientes, entre vegetales, insectos, animales, etc. será más fuerte frente a una plaga externa por qué la plaga siempre encontrará un competidor para la fuente de alimento, un depredador que la cace e incluso un parásito que la debilite, sin contar la capacidad que tienen los vegetales de producir sustancias que frenen la expansión de las plagas.

Un caso bien diferente es un monocultivo. En él no hay nada que se oponga a la plaga, la cual solo encontrará una fuente de alimentos sin límites para su expansión.